jueves, 14 de agosto de 2008

Simona

Hay una nube que baila en el cielo. Un árbol ligero y un árbol triste. Una brisa que lo remece. Varias hojas que construyen sus ciudades. Todo lento... todo lento... Y mi mirada se mueve lenta entre torres muy humanas. Y te busca y te anuncia como la vigía que es.




Los cinco navegantes de mi mano derecha se aprestan y corren nerviosos en sus puestos tan mundanos. Mi barca, mi diestra barca de lino, enfila sus ojos hacia los mares de seda que se revuelven en tu espalda de óleo. Tu espalda es un atardecer, una isla crepuscular que devora los cuentos de piratas añejos. Mis marinos la añoran. Mis marinos la buscan, pero por cada mar que se acercan a ella, tres océanos la alejas tú con solo cerrar una mirada. Y los navegantes, con la paciencia de un dios repudiado, se cuentan historias mientras navegan y se cantan canciones mientras la corona blanca les susurra secretos en una noche hecha con las alas de un zorzal de luto. Y se cantan canciones mientras la corona blanca les susurra secretos en una noche hecha con las alas de un zorzal de luto...




Simona de los lirios rojos

y las espaldas infinitas.

De los surcos aún no profundos

y de todas las hojas que citas.

Simona de la tibieza invicta

y los arcos pluviosos.

De los pilares que nunca callas

y de los soles victoriosos.

Simona de la tarde en vela

y las palabras horizontales.

De los iris que guardan luto

y de aquellos gemidos fundamentales.

Simona de la catedral en flor

y del fuego que se eleva.

De cada planta en cada luna

y de cada barco que me lleva.

Simona de la inexistencia profunda

y la palabra cortada.

De la lejanía sin caminos

y de cada esperanza ahogada.


Y se vuelven, aquellos marinos sin muerte, a los nueve horizontes recortados en la más pasiva desesperación. Saben que no llegarán a tus costas de cristales dorados. Saben que mi barca diestra extenderá sus dedos hacia tu piel caprichosa y risueña sin poder conseguirla. Saben que la curva perfecta de tu hombro se desnudará con el frío de septiembre y con el festín de los seres ajenos. Saben que su mañana sucedió ayer pero nada de esto les incomoda demasiado. Porque ellos han cantado para ti, ellos han soñado con tus sueños y han descubierto que sólo en ti las amapolas sufren de los orgasmos del dios de las tormentas. Ellos te saben, Simona, y te circundan en varias eternidades cantando con las estrellas. En torbellinos dulces que te acarician a la distancia. En la ignorancia suprema que te mantiene alejada de mis barcas calóricas.

11 comentarios:

Anónimo dijo...

Cada día mejor tú, Santiago.
Pasaba a leer un poco y a saludarte.
Cuídate, adieu.

Connie Tapia M. dijo...

El mar, es una debilidad para mi, aunque creo que tu haces con tus palabras moverse de un lado para otro como el vaiven de las olas, como si las palabras tuvieran olores, como si me atrapara en ellas....

Saludos!!!

.].ëXh!B¡ç¡øN!§Ta.[. dijo...

Tus palabras un mar, y por una canción con mi nombre, me ahogaría ahí. Qué nostalgia tan hermosa, qué tristeza exaltante, y cada frase un ondular de olas saladas, que rítmicamente me llevan al éxtasis con tu música... esa música está puesta a propósito... ¿es la atmósfera o es tu creación? Creí ahogarme mientras te leía... creí perder mi nombre y llamarme Simone... creí que sería hermoso ser sirena para mirar desde las rocas a esos marineros... creí que sería perfecto ser uno de ellos... y que mi pena tuviera esa canción.

Creí... pero entonces, cuando ya tu marea mojaba mis piernas, el texto terminó. Y sigo siendo yo. Tu Constanza. Besos tibios.

Anónimo dijo...

Me acuerdo cuando te engañé para que te atrevas a publicar, y ahora te veo y sonrío, más que contento, señor Santiago.

Santiago Arcos dijo...

¡Y he aquí que las costas de Simona se aparecieron en los Mares Inesperados! Emergiendo sobre brazos de nieblas angustiadas, moviéndose con agitaciones vertiginosas, bailando entre cántaros encantados...

Durmieron tus costas de miel sobre el sueño de la América del Sur. Durmieron con sueños carmesí y con raíces cortadas. Durmieron trescientos años en un instante de una tarde de octubre. Durmieron eternas sin saber, siempre sin saber, que cinco marinos sorprendidos las miraban desde el estribor de mi mano diestra. La noche del silencio les abrazaba las gargantas, las serpientes transparentes les molían los corazones. Mas no han de ser culpados tales navegantes por nadie que haya visto las ánimas estelares. Porque ellos y ustedes saben que las costas de Simona tienen un monarca con demasiados días. Y mis tripulantes no traicionan ni se atreven, enferman y no mueren. Y saben que no hay puerto en Simona De Las Espaldas Infinitas, que pueda recibir a tan cobardes, moribundos y condenados navegantes.





Duerme a mi lado otra vez y sabré desollar las serpientes y rasgar las noches. Y sabré romper las pinturas rechazadas por Dios para entrar en tus descansos oníricos y anegárte el alma de tanta, tanta vida.

Anónimo dijo...

post-data con tres días de atraso:

Claramente, la idea era que pasaras.

Connie Tapia M. dijo...

Tantas cosas que decir...

Anónimo dijo...

Sí, tal vez debí haber guardado más las apariencias.

El problema es que no me interesa esa literatura que sorprende porque revela cosas ocultas. Me gusta más sorprender dejando patente que las cosas están allí, y que no las vemos por más explícitas y patentes que puedan presentársenos.

Creo que la magia se revela con más fuerza cuando no haces nada por ocultarla; estoy convencido que el golpe al orgullo humano es mejor haciéndolo de ese modo.

Estamos tan acostumbrados a encontrar cosas ocultas, que el hecho de que estén allí, solo por ser ellas mismas, nos causa una sensación extraña, como de algo que no está funcionando.

Anónimo dijo...

Tienes razón en algo. Me demoré demasiado poco en escribir esto. Disculpas por los vacíos de redacción.

Connie Tapia M. dijo...

Te he dejado un regalo en mi blog, puedes pasar a buscarlo....

un beso

Manolete dijo...

Algunos tenemos mucho mas que un mar en donde perdernos, si entre las veredas carcomidas se hallan las caderas alucinantes con la mirada que asusta en las noches sin dueña.