sábado, 16 de octubre de 2010

Nada menos que todo un hombre

I

¿Has oído los elogios a los creadores? ¿Has escuchado las alabanzas a los artistas? ¿Has nadado entre las trizaduras de tales disparos? Porque yo he visto las líneas de tu rostro como jamás nadie podrá hacerlo. Y he recorrido las curvas suaves de tu cadera con la impresición de un tigre moribundo. Y he creado nebulosas a partir de ello, pero las gracias estelares ya no tienen reino en el conjunto de los hombres. Y la mujer camina con aire lejano por los caminos que ya no le gustan. Bendición negra la de las temperaturas. Porque la normalidad de felicidades medias es fría como la falta de moral que tanto adoro y la belleza es ardiente como la sangre que huye de la palma. Pero el frío no necesita de nadie para existir y por eso extiende sus dominios en la vastedad de lo que es y, en cambio, los ardores de la témpera precisan de una mirada violada y febril que ubique las aristas en flor de la mujer que me mira de espaldas a mi. Es por eso que soy cenizas y cenizas son mis cuadros. No arde el pétalo en el naufragio de su tan exquisita normalidad.

II

Es cierto. Yo he visto las líneas de tu rostro como nadie puede verlas. No porque te ame, no porque seas la más alta, sino porque te quiero. Y nosotros queremos con verdad. Y así he visto el caer de la línea pasando tu ojo y alcanzando el inicio de tu boca. Cuando sonríes, desde luego. Y el volar de la línea cuando cierras los ojos para abrir la alegría. Y he visto estas líneas celestes dibujarte en los inicios de la noche de una forma que te grito y que no me escuchas. Porque acaso las líneas no son celestes. Porque acaso a mis gritos prefieres los susurros pasajeros. Maldición blanca la de lanzarte miradas auténticas. La de verte como cantas. La de oír cómo luces.
Yo quería quemar todos tus bosques y, en cambio, me aguanto las lágrimas de la anormalidad. Yo quería tener tu muerte en mis abrazos. Yo quería coserte la canela en la madrugada y bordarla en el alba. Yo quería oirte la despedida una y otra vez. Pero los venenos de mi mente me han cortado la sangre. Y ahora te tengo sólo en la lejanía. Una tormenta curiosa me orbita veloz. Tu mano de risas felices me asalta la garganta. Tu traición válida me derrumba el habla. Cercenar las ideas...



Estoy tan confundido que no puedo escribirte nada, nada bien. Y todo lo que hasta aquí he escrito es cuerpo muerto de lo que realmente quise decir. No tiene ninguna belleza. Quizás es la letra la que trata de decirme que he buscado en vano. No hay nada hermoso ahí donde he mirado a través de todos estos años. Todo es lindo pero tanto como el alcohol y la música en una fiesta cualquiera. El mundo es injusto y, después de tantas aperturas, debí haberlo comprendido. Debí haberlo usado a mi favor. Pero me empeciné en mirar cuando no había que mirar y en consecuencia he recibido este talento agonizante que en verdad nunca vio lo que siempre he escrito. Es mi locura la que habló queriendo amarte. Nada de lo que he dicho, de lo que te he escrito es mentira. Todo ha sido cierto pero terriblemente dislocado de lo que los hombres llaman realidad. ¿Estás con otro ahora? ¿Vale todo esto la pena? Si hubiese escrito esto en papel, lo hubiese arrugado y arrojado al basurero.


Viejo titán mutilado en segundos, médico último de los escritores, en tus manos encomiendo mi espíritu.

lunes, 4 de octubre de 2010

Why doesn't she love me?