martes, 18 de diciembre de 2012

Líneas de producción

   Levantarse sobre el sol, sin mañana, sin sueño (de ningún tipo), ser tragado por la fábrica, la mina, el destierro, la negrura donde rápido se mueven las manos para ensamblar, revisar, empacar y perder la gracia y tener razón y volver de nuevo, mil veces, trescientas veces, mil trescientas veces a ensamblar, revisar, empacar y todo listo y al siguiente que se vienen las aves que no cantan y al almuerzo nadar para ver que los ojos también se ahogan ahí donde se pierden y volver y ensamblar y revisar y empacar y todo muy bonito considerando que uno está muerto y que ya nada baila como antes y que de pronto uno tiene que, efectivamente, ensamblar y revisar y empacar y agradecerle a Dios que uno puede, de hecho, ensamblar y revisar y empacar ahí, entre tantos, en tantas líneas que producen y ahogar de verdad un llanto que no existe, que no podría existir, que literalmente no podría existir porque quién paga los llantos y volver entonces, qué tiempo que perder si al final todo es día y todo es noche y la fábrica no se rige por tiempo de hombres ni aun de dioses y yo busco y busco y no encuentro y me muero de hambre y ensamblo, reviso y empaco y me hundo y navego, siempre de espaldas como quien se pierde en barlovento y debo, aún, ensamblar y revisar y empacar y esperar que el canto en la garganta se calle de miedo con la pura mirada que le doy y que no es de furia porque la furia se ahorcó y volver, sí, a ensamblar y revisar y empacar y por el azar que no existe perderme la mirada ahí, en la suya, la obrera, que se cubre el pelo que de castaño quiere ser rojo, de puro rabiosa que está porque tiene un algo que decir y que hacer y ya no podrá hacerlo, no hoy porque tiene que ensamblar y revisar y empacar y sin embargo la gana una sonrisa o el intento nervioso de lo que podría ser una sonrisa cuando escucha afuera un murmullo como de soledades y soles y sangres también y de los mares que contienen a todas estas cosas y me mira, y me mira, que bien podría ser ella la que desencadene los fuegos de la destrucción, en el momento justo cuando comprende que su revolución está aquí.